Exposiciones

¿Hacía donde correrá la tinta?, ¿Qué sucederá si dejo este trazo abandonado?, ¿Hasta dónde puede llegar este color?, Hoy no… Jordi Boldó encontró en la plástica la posibilidad de ser libre, de abandonar las ataduras de la conciencia para crear un manifiesto de su historia, sin plantearse si responde a los cánones estéticos del momento, si encaja en lo convencional o sí con sus obras se comunica con el mundo. Para lograrlo, ha establecido una serie de preceptos que le permiten crear siendo fiel a sí mismo; uno de ellos, trabajar “sin pensar”, evitando repetirse para encontrarse en un constante descubrimiento y experimentación. Crear nos permite solventar las preguntas sin respuesta.
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Fecha: 16/11/2023
Hora: 18:30

En ésta exposición se conjuntan los conceptos de realidad, interdependencia y vacuidad, este último planteado aquí como una primera conclusión de las dos exposiciones precedentes creadas con los conceptos anteriores.

Para comprender en una primera instancia la vacuidad es necesario tener presente la interdependencia, porque ésta es la que hace poder “asir” su idea. La interdependencia desde el contexto de la filosofía de oriente, trata sobre la comprensión de entender que todo tiene una existencia condicionada, es decir, que depende de causas, por ejemplo; una planta, ¿qué se necesita para que le pongamos la etiqueta de planta? Desde la semilla, tuvo que tener causas y condiciones adecuadas, tierra fértil, lluvia, sol, etc. Con la falla de alguna de las incontables condiciones una semilla germina o no, crece o no, da frutos o no. Al momento de aplicar este análisis en lo que sea que elijamos, se llega a la conclusión que el universo entero está en todo: una silla, una hoja de papel, nuestro cuerpo, nuestra mente…

Tomando en cuenta lo anterior, no existe nacimiento ni final, todo es un continuo devenir, por eso la vacuidad no es exactamente vacío, pero tampoco es otra cosa, ni la combinación de ser y no ser, por lo tanto nada existe de su lado, nada existe independientemente. Se necesita una mente para etiquetar, percibir, interpretar, etc. No es que el objeto, la persona o el lugar no exista, sólo que no existe como la mente cree que existe.

Entre los variopintos y risueños personajes que pueblan ese singular y agraciado universo artístico, no sólo hay seres humanos que nunca niegan la cruz de su parroquia (son mexicanos hasta el tuétano, criaturas de un país al que Maximino Javier ha ampliado con su desbordada creatividad), sino también una galería inagotable de especímenes del gran reino animal, un reino que el artista ha enriquecido con agraciadas bestias de su propio caletre, bestias entrañables que conviven lúdicamente entre sí y también con los hijos e hijas de Adán y Eva; en particular con aquellos que el «divino laberinto de los efectos y de las causas», , del que habla Borges, pero sobre todo la inventiva de Maxi-mino, pusieron en un país que, al decir de Amado Nervo, es «sirena que en dos mares se baña y a quien nuestros abuelos llamaron Nueva España». Es decir, México, pero específicamente el México de Maximino Xavier, quien, como otros grandes (por ejemplo, Marc Chagall y varios de los maestros del surrealismo) sabe soñar despierto y compartir sus gozosos sueños diurnos con todos aquellos afortunados que llegan a ver y a contemplar su obra.