Maximino Xavier sueña despierto
De pocos artistas se podría decir que nacieron adultos, más allá del ámbito creativo al que pertenezcan. Y entre esos pocos tigura, en el campo de las artes visuales de México, Maximino Javier. Y ello porque desde su primera exposición individual, hace cuarenta y tantos años, hasta esta que ahora presenta en NUUN Espacio de Arte, ha ido creando un mundo pictórico propio, con un estilo personal; un mundo y un estilo que a lo largo de su fructitera carrera ha desarrollado, perfeccionado, ampliado y enri-quecido, pues artista maduro lo ha sido siempre, es decir, desde su primera salida al universo de los colores, de las líneas y de las formas, cuando era apenas un veinteañero, allá en los tempranos años setenta.
Desde entonces Maximino tiene y mantiene una visión alegre y festiva de la exis-tencia, pues en su amplísima obra no se advierte ningún sentimiento trágico de la vida (de ese del que hablaba un desesperanzado Miguel de Unamuno) ni tampoco una posición sombría ante el misterio del ser y estar en el mundo, sino una postura de otra índole: optimista, con seres juguetones, acrobáticos y musicales que siempre parecen
estar de testa.
Entre los variopintos y risueños personajes que pueblan ese singular y agraciado universo artístico, no sólo hay seres humanos que nunca niegan la cruz de su parroquia (son mexicanos hasta el tuétano, criaturas de un país al que Maximino Javier ha ampliado con su desbordada creatividad), sino también una galería inagotable de especímenes del gran reino animal, un reino que el artista ha enriquecido con agraciadas bestias de su propio caletre, bestias entrañables que conviven lúdicamente entre sí y también con los hijos e hijas de Adán y Eva; en particular con aquellos que el «divino laberinto de los efectos y de las causas», , del que habla Borges, pero sobre todo la inventiva de Maxi-mino, pusieron en un país que, al decir de Amado Nervo, es «sirena que en dos mares se baña y a quien nuestros abuelos llamaron Nueva España». Es decir, México, pero específicamente el México de Maximino Xavier, quien, como otros grandes (por ejemplo, Marc Chagall y varios de los maestros del surrealismo) sabe soñar despierto y compartir sus gozosos sueños diurnos con todos aquellos afortunados que llegan a ver y a contemplar su obra.
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